viernes, 23 de septiembre de 2011

El Correo Ilustrado


Carta abierta a Ricardo Salinas Pliego
E
l 21 de noviembre de 2010 hablé con un agente de Total Play, quien me informó sobre los servicios de la empresa. Me convenció de sus bondades e ingenuamente acepté los servicios, para lo cual facilité el número de mi tarjeta de crédito como garantía, sobre la base de que no se haría ningún cargo hasta que corriera el primer mes de servicio. Un par de horas más tarde me retracté de mi decisión y llamé para cancelar la operación. Me enteré de que ya se había hecho un cargo a mi tarjeta por mil 649 pesos.
Siguieron un sinfín de llamadas en las que solicité la devolución del dinero, pero sólo recibí por respuestas: no hay devoluciones, “no puede presentar su queja por escrito porque éste es un call center” o ahora tendrá que pagar una pena convencional de un año de servicio por cancelación anticipada de contrato, a pesar de que nunca firmé un contrato ni jamás me fue instalado el servicio de Total Play. Como era de esperarse, sucumbí al cansancio y asumí que, si me habían robado, era porque yo, dada mi ingenuidad (es un eufemismo), lo permití.
Para mi sorpresa, desde hace una semana recibo diariamente llamadas intimidatorias, en las que me reclaman un nuevo adeudo con Total Play, y me amenazan con llegar hasta las últimas consecuencias judiciales si no lo saldo. Me instaron a hacer una aclaración por escrito, pero como no hay un domicilio al cual hacerla llegar, ni contrato, ni recibí ningún servicio de Total Play, y por tanto no soy su cliente, utilizo este medio para aclarar lo anterior y preguntarle: ¿está de acuerdo con que su empresa funcione bajo el signo del robo, la mentira, la amenaza, la intimidación, la corrupción y la impunidad?

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