lunes, 11 de marzo de 2013

SME Martin Esparza informe en SEGOB 11mar13


El Ejército y los abusos del poder contra el SME



La noche del 10 de octubre de 2009 en que fueron tomadas por asalto las instalaciones del organismo descentralizado Luz y Fuerza del Centro para ejecutar –aun antes de su publicación– el decreto de su extinción, el Ejército Mexicano enlodó su casta de institución patriótica al servicio del pueblo, cuando a soldados disfrazados de policías federales se les utilizó como golpeadores, incluso con la orden de tirar a matar, para desalojar, a punta de bayoneta y con lujo de fuerza, a los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).
Documentos en nuestro poder ratifican la denuncia que en su momento hiciera pública el teniente de zapadores Marcos Gerardo Mendoza Pérez, cuando dio a conocer a todo el país el denigrante papel que fueron obligados a hacer cientos de militares, quienes por órdenes superiores debieron disfrazarse de policías federales e incluso de civiles para colaborar en el encubierto “golpe de Estado”, fraguado desde la Presidencia de Felipe Calderón Hinojosa.
Lamentable es que las funciones del Ejército Mexicano, garante de la seguridad y dignidad nacionales, se hayan trastocado para agredir a la clase trabajadora que es, sin lugar a dudas, parte del pueblo de México. Y peor todavía, que los altos mandos no hayan protestado por tal infamia como sucedió en 2006, cuando el expresidente Vicente Fox pretendió utilizar a las Fuerzas Armadas para desalojar a los integrantes de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca. En esa ocasión, el entonces titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), Clemente Vega García, pidió que el expresidente le diera la orden por escrito para que quedara constancia de la infamia que se pensaba consumar. Fox rehuyó, en su calidad de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, a asumir el alto costo social, político e histórico que tal acción hubiera representado, por lo que el Ejército se salvó de tal ignominia.
Por desgracia, no sucedió lo mismo con el extitular de la Sedena, Guillermo Galván Galván, quien aceptó prestarse al papel de comparsa de Calderón y su gabinete, y en el colmo de las vilezas, consintió que en los protocolos de la intervención militar se autorizara a la tropa abrir fuego contra quien intentara recuperar las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro.
Por su origen popular y porque debe ser una fuerza de paz, las tareas de represión tienen que estar fuera de las funciones y el compromiso ético de nuestro Ejército Mexicano, sólo así se entiende que sus cualidades patrióticas estén al servicio de las causas sociales. Desde 1968, cuando se escribió una de las páginas más indignantes de las Fuerzas Armadas al haber sido utilizadas para asesinar a mansalva a cientos de estudiantes en Tlatelolco, el Ejército no había procedido de forma tan censurable en contra del pueblo como –ahora se sabe con certeza– actuó la noche del 10 de octubre de 2009.


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