martes, 6 de marzo de 2012

Sergio Sarmiento, Jaque Mate: El perro andaluz

SERGIO SARMIENTO

"Gracias, Comisión Federal de Electricidad".

Alimentos Poblanos S.A. de C.V.

Yo era adolescente cuando obligué a mi padre a llevarme al Mesón del Perro Andaluz en la Zona Rosa. Establecido en 1968, ahí se reunían los intelectuales que estaban transformando la vida cultural de la Ciudad de México. Carlos Fuentes, Juan José Arreola, José Luis Cuevas, Juan Ibáñez, Emilio García Riera y muchos más tomaban expresso y discutían de cine, literatura y política. El propio Luis Buñuel, cuya cinta El perro andaluz le dio nombre al café, acudía ocasionalmente.

Mi padre, malagueño afincado en México desde los 14 años, se escandalizó de que una taza de café pudiera costar 5 pesos. Yo, que leía ávidamente las obras de Sartre y Camus, Fuentes y Arreola, y que devoraba las crónicas cinematográficas de García Riera, me imaginé parte de una vida de pensamiento. Creo que esa fue la primera vez que le dije a mi padre que quería estudiar filosofía... y él me respondió que seguramente moriría de hambre.

En 1976, tras regresar a México después de años de penurias en el extranjero, alquilé un amplio, viejo y frío apartamento en la calle de Amsterdam en la colonia Condesa. La Zona Rosa, que en los sesenta había sido elegante centro turístico, se había deteriorado. El ambulantaje, la basura y el abandono de las autoridades estaban asfixiando a la gallina de los huevos de oro.

Aun así, el Mesón del Perro Andaluz, en la estrecha calle de Copenhague, seguía teniendo vida. Ya no era un café sino un restaurante, y no tenía más el desfile cotidiano de luminarias intelectuales. Pero yo me acostumbré a comer en su terraza los sábados viendo a la gente pasar. En ese mesón se forjó con los años mi pequeña familia. Incluso mi padre nos acompañó muchas veces sin recordar su protesta inicial por el precio del café.

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